jueves, 30 de abril de 2009

Riga Fereou

Cada mañana veo esa misma Vespa azul con el cartel de SE VENDE sin un número de teléfono al que llamar. Es preciosa, y me gustaría saber su precio, por simple curiosidad, aunque siempre llego a la conclusión de que no sería buena idea comprar una moto en Grecia. Unos tacones cruzan por delante de mí con prisa. Una chica lleva una bandeja vacía, parece venir de entregar un pedido matutino de cafeína. Hay un loro en el exterior de una tienda de animales. El loro me mira y piensa que porqué tendrá esos ojos tan pequeños que le hacen parecer un poco estúpido. Los tacones entran en un hotel de cuatro estrellas. Son cerca de las 9 de la mañana, así que deduzco que los tacones darán paso en unos pocos minutos a un calzado más cómodo que les permita aguantar toda la jornada. Por la noche volverán a ser unos tacones. Una embarazada vestida de rojo está mirando una tienda de falsas antigüedades. Lo retro es moderno. No se ven muchas embarazadas en Patras, aunque sí se ven muchos bebés. Me imagino que las cigüeñas aún no han abdicado aquí y siguen cumpliendo su trabajo. Escucho el rugir de un coche acelerado a mi izquierda y dejo paso a ese personaje primitivo que de lo único que se preocupa es de su motor y de impresionar a las demás trogloditas que eventualmente se puedan sentir atraídas por él. A la altura de la calle de los Tres Capitanes veo gente colocando flores por todas partes: mañana es el día en que se celebra la llegada de la primavera. Una mochila enorme con brazos, piernas y rizos rubios recoge una flor caída del suelo y se la ofrece a su madre, atenta a la llegada del autobús de las nueve menos diez. Me cruzo con una señora sesentona de pechos enormes. Lleva una blusa blanca y unos pantalones que le quedan justo por debajo de las tetas, llamando aún más la atención sobre su gelatinoso e hipnótico busto. Uno, dos, uno, dos, izquierda, derecha. Un cartel que ofrece clases de guitarra flamenca. Yo sé quién lo ha puesto, y me hace gracia ver a dos chicas que lo miran y comentan algo sobre él. Varias mujeres barren la puerta de sus tiendas, o barren la puerta de las tiendas en las que trabajan. Esperan pacientemente cada vez que pasa un peatón. Una sombra negra con sombrero pasa por delante mía. Por su añejo olor deduzco que es un sacerdote ortodoxo. Una señora muy pequeña trata de sacar dinero del cajero automático, de puntillas y con los dedos en posición muy perpendicular al teclado para poder pulsar los botones. Cruzo miradas con la enésima griega preciosa que luce un atractivo escote y grandes gafas de sol. A la altura de Platea Olga un taxista fuera de su coche me mira con curiosidad mientras da vueltas compulsivamente a su komboloi. Al pasar gira su cabeza para seguir echándome un vistazo. Yo hago lo mismo. Bajo por la calle Zaimi y doy los buenos días al propietario de la tienda de sándwiches que subsiste con nuestros dos euros diarios. Justo al lado de casa hay una puerta de madera con dos grandes cristales que lleva varios días ahí, y pienso cuánto tiempo tardará alguno de mis compañeros en romperla borracho. Abro la puerta con mis llaves escocesas y subo la sucia alfombra que cubre los escalones.

sábado, 11 de abril de 2009

Perroflauta style

Si a las 8 de la tarde te proponen ir a una fiesta en la Facultad de Arquitectura, no puedes decir que no. Me encanta improvisar planes sobre la marcha.
Nos plantamos en la calle Tony, Ángel, Alberto y yo. Cómo ir a las 12 de la noche hasta la Universidad que está a tomar por culo? Pues no sé, no queremos pillar un taxi, no hay autobuses… Vamos a hacer autostop. Dos rastudos, un melenas flamenco y el pintas de turno (myself) todos ellos uniformados con sus correspondientes sudaderas y palestinos, cómo no iba a parar nadie? Nos recoge un tipo que ya conocían estos de antes, y allí nos plantamos.
Nada más llegar, lo primero que hace Tony, por supuesto, es sacarse sus palos de fuego y montar el show. Los demás tomamos la primera copa y nos limitamos a observar y conversar con grieguillas, que siempre es agradable. Hay alcohol gratis!! Yuju. Y encima hay Absolut! Joder, hacía meses que no probaba un alcohol decente… habrá que aprovechar. Las copas y las conversaciones van yendo y viniendo a un ritmo bastante aceptable.
De repente se acaba el alcohol, maldición. “En mi mochila tengo media botella de vodka” – me dice Tony. Vamos allá! Por el camino una griega nos pilla de canteo y le tenemos que ofrecer una copa. “El limón está en mi mochila, debajo de esa mesa”. Voy a coger el limón… cuando vuelvo, Tony ya se está enrollando con la susodicha. Haciendo un arco bastante mayor del necesario, consigo rodearles para coger mi copa y seguir bailando música de los 60.
Un par de conversaciones de las que no consigo escapar y Alberto y Ángel no se dignan a salvarme, y la noche está a medias. Tony decide pegarse un respiro, durante el cuál se saca el raki de su mochila. El raki es un licor griego muy parecido al orujo. A esas alturas ya estaba bastante borracho, así que los chupitos me entran como agüita del grifo. Tony me avisa de que estoy pegando los tragos demasiado largos… Al rato me empieza a pasar factura. No tengo muchos recuerdos del resto de la noche. Sólo recuerdo que llegada la hora de irnos, estaba escondido debajo de una mesa porque me daba vergüenza que me viesen en ese estado, pero Alberto me encontró y consiguió meterme en un taxi. Ángel me contó al día siguiente que estuve vacilando y riéndome de una pobre ingenua a la que le pareció buena idea compartir el taxi con nosotros, y que en un momento dado me observó mirar una pared blanca durante 5 minutos sin cambiar de expresión.
Al día siguiente me desperté con el pijama puesto, durmiendo tirado en un colchón en el salón y con la peor resaca en mucho tiempo.
Never drink neat raki.

Últimamente nos juntamos con unas perroflautas griegas. Son majas y están locas, y además alguno del grupo va detrás de alguna de ellas, lo cual propicia que nos veamos varias veces a la semana. Solemos ir a plazas a hacer cosas. Es lo que hacen los perroflautas. El otro día por ejemplo estaban presentes los siguientes personajes: Tony con sus palos de fuego, una tía con unas cariocas también de fuego, otra con una cosa para hacer pompas de jabón gigantes, un menda con un saltador de esos que tienen para poner los pies, otro haciendo malabarismos con pelotas, por supuesto una guitarra (no podía faltar)… El circo al completo. Por increíble que parezca, no fuman porros, y las tías estas ni siquiera beben alcohol. Son perroflautas sanas, tócate los pies.

Hoy nos hemos ido los 4 que estamos actualmente en casa (Luismi y Antonio están de viaje) a otra plaza cercana. Ángel y Alberto tocaban flamenco y yo me he puesto a intentar aprender a montar en monopatín con Tony (soy un paquete, claro). De repente se nos han empezado a acercar niños gitanos sucios como cabrones. En un momento había unos 10 rodeándonos, diciéndonos cosas en griego y queriendo tocarlo todo. Supongo que nos dirían algo así como “A ver eso qué es payo, déjamelo un momento…”, y no lo vuelves a ver en tu puta vida. Afortunadamente hemos salido indemnes y sin piojos.

En casa seguimos sin haber limpiado el salón después de la última fiesta, hace ya dos semanas. No sé si volveré a verlo limpio alguna vez.
Como consecuencia, sigo durmiendo en la cueva con 3 maromos más.
En el baño hay manchas amarillas en el suelo de dudosa procedencia. Tiendo a pensar que es producto de la acumulación-evaporación de agua de una forma continuada.
La gente se corta el pelo y no barre después, lo cuál es muy agradable.
En el salón sigue habiendo 3 colchones que nadie usa porque el suelo da asco.
Un día se volcó un cenicero lleno de colillas. Estuvo ahí 3 días sin que nadie lo recogiese.
Nuestro papel higiénico son las servilletas que robamos del comedor de la universidad cuando vamos a comer allí. Cuando se acaban, no hay papel, lógicamente. Sólo tenemos una escobilla itinerante para dos baños.

No soy un perroflauta, pero convivo con ellos y hasta ahora no me desenvuelvo mal.