lunes, 30 de marzo de 2009

Supervivencia

Cuando tienes que entrar de puntillas al baño en tu propia casa para no mancharte los bajos de los pantalones, algo va mal.
Un ejército de hormigas lleva tres días atacando sin piedad una lechuga en descomposición en el fregadero. Y ya han encontrado una vía de entrada al bote del azúcar, así que a partir de ahora los cafés sabrán un poco más amargos.
Hay un sillón en mi pasillo. Cada noche me pego una hostia con él, pero el cabrón no se quita de en medio.
Llevamos 3 días sin papel higiénico, subsistiendo con las servilletas de las pitas y los rollos que de vez en cuando mangamos de algún bar.
El suelo de mi habitación, que a su vez es el salón, que a su vez es la sala de fiestas, lleva desde la última fiesta (digamos que fue el jueves) con el suelo pegajoso y con olor a vinate. Nadie se decide a limpiarla.
Por mi casa hay estratégicamente distribuidas decenas de colillas y velas.
Ayer a las 7 de la mañana nos colamos en un local en ruinas y robamos unas telas de raso del color de un capote torero, que hoy me han servido para sentarme en el suelo sin quedarme pegado mientras retocaba fotos con el ordenador en una silla y el ratón sobre un diccionario de griego-español.
Al llegar a casa nos pareció una idea genial ver entera El Gran Lebowski de pie, porque era algo que nunca nadie había hecho. Borrachos, claro, no aguantamos más de 10 minutos, aunque bailamos entera “The man in me”, de Bob Dylan, como unos auténticos decadentes.
En mi salón también hay una escalera con una taza de café en uno de los peldaños.
Hoy he intentado desenrollar la alfombra que hay en el patio, pero creo que es humanamente imposible. Está mojada y se está pudriendo, lleva ahí desde tiempos inmemoriales, y creo que pesa alrededor de 45 kilos. Se llama Dimitra, pero algún día tendremos que echarla de casa.
Hace días que no tengo noticias de la maceta que un día apareció en casa después de una fiesta.
Ya tenemos dos señales de “prohibido aparcar”. Detrás de cada una de ellas pone que la multa por arrancarlas es de 2 años de cárcel, dato que nos han confirmado varios griegos. Dejemos actuar a Tony, él es un hombre sabio.
Las pitas del primer semestre han sido sustituidas por sabrosas hamburguesas de 2 euros de Mr. Burger.
Me he trasladado temporalmente a “la cueva”, la habitación donde duermen normalmente Antonio, Ángel y Alberto. Duermo en la cama de Luismi, que por circunstancias está ahí. Creo que me estoy adaptando bien a la situación. Haciendo un importante ejercicio de mimetismo, ya he distribuido de forma aleatoria varios calcetines sucios y otros objetos personales.
He abandonado la cerveza Lindener Spezial con gran dolor de mi corazón. Me he pasado a la ginebra marca “Lion Heart”, de 5,83€ la botella de 700 ml en el Macro. He decidido no juzgar la bebida por su precio, sino por su calidad. De momento he descubierto que la “Lion King”, como cariñosamente la llamamos, da lugar a unos pedos de lo más simpáticos y no deja demasiada resaca.
He dejado de vivir en mi casa, ahora intento sobrevivir lo mejor que puedo.



P.D.1: Os preguntaréis por qué no hago algo para revertir esta situación. Sencillamente, porque estoy hasta la polla de ser el único que lo hace.

P.D.2: Tenía en mente escribir un post explicando por qué el nombre del blog ha vuelto a ser Vasiladiou 5-7, pues bien, resumiendo muy brevemente, he decidido no pagar el alquiler del mes de febrero en mi antigua casa. Como consecuencia de esto, he recibido emails con amenazas y chantajes y numerosas llamadas por parte de la familia policía de mi ex-casera, nuestra amada Big Mamma, por lo cual creo que es mejor que mi nueva dirección no figure en demasiados sitios.

viernes, 13 de marzo de 2009

Salsa de soja

Esta es la despedida oficial de Georgiou House.
Ya sólo volveré aquí para robar algunas cosas de la cocina y recoger mi ropa de cama.
Ahora mismo estoy escribiendo esto porque me voy a ir sin pagar 350€ de mi piso y la señora de la limpieza está por ahí limpiando, y no quiero que nadie me vea salir con maletas, así que tengo que hacer tiempo.
Los motivos que me llevan a actuar así son diversos, pero sin duda los principales son mi absoluta falta de liquidez económica y que Big Mamma es una hijaputa que me cae mal.
Y os preguntaréis que por qué me huelen las manos a salsa de soja... pero eso vendrá después.
Mi intención con esta última visita a Vasiladiou 5-7 era recoger los últimos trastos e imprimir un trabajo que debía haber entregado el día 4 de este mes… pero se me ha hecho tarde, y el caso es que ni voy a entregar el trabajo, ni me puedo llevar todos los cacharros, ni siquiera voy a comer.
Últimamente me estoy sometiendo a un plan intensivo de adelgazamiento, porque esos 7 u 8 kilos que he cogido desde que estoy de erasmus no son permisibles, y el verano está cerca, y no quiero ir marcando canalillo con todas mis camisetas ni me puedo permitir renovar el vestuario con ropa de gordos. Así que me he juntado con Luismi, que es un tío muy sano, y ayer me di mi primera carrerita de 20 minutillos (bastante triste por otra parte). Iré al gimnasio de la uni y estoy comiendo ensaladitas todas las noches. Espero que sirva para algo, joder.
Qué hambre tengo, y la puta de la señora de la limpieza sigue trasteando por ahí. Creo que está colocando todos los cacharros de la cocina que había sacado y amontonado para robar.
Pues anoche pensábamos beber un ratillo en casa y salir después. Pero se presentó María (una amiga griega) con otra amiga suya, y después se presentaron dos amigas de Luismi que están en Ioannina de Erasmus en plan sorpresa… y la cosa se lió. Y acabamos borrachos a las 4 o las 5 de la mañana haciendo una guerra de almohadas en el salón, disfrazados y con licores de todo tipo desparramados por el suelo. Y lo de acabamos es simplemente una forma de hablar, porque después de eso nos fuimos a la calle a jugar al fútbol. Y los vecinos se quejaron pero nos dio igual, afortunadamente en Patras no existe la policía, a no ser que maten a un niño en Atenas y se líe la de dios.
Y después nos fuimos a casa y como no podía dormir en el salón, que es mi habitación, me tuve que poner el colchón en la cocina, aunque finalmente ni siquiera dormí allí.
Y como teníamos hambre, Alberto, Antonio y yo nos pusimos a hacer una pancetita muy rica de una barbacoa de dos días atrás, que estaba mala porque nuestro frigorífico está estropeado y no enfría, aderezada con salsa de soja (que va muy bien con todo) para camuflar el sabor a descomposición. Y nos reímos mucho porque estábamos borrachos y sabíamos que al día siguiente nos iba a entrar una gastroenteritis de cojones.
Y por eso me huelen las manos a salsa de soja.



P.D.: A estas alturas parece evidente que nunca van a llegar los capítulos 3 y 4 de las aventuras de Caracapucha y Pato Negro en Turquía.

domingo, 8 de marzo de 2009

Good Bye, Vasiladiou!

Comienza un nuevo ciclo en mi erasmus.

Todo el mundo sabe que donde está el ordenador de una persona, está su vida, y por tanto su hogar, así que desde esta noche puedo decir oficialmente que me he mudado, y que ahora vivo en la dirección que da nuevo nombre al blog. Puede que sea una calle menos glamurosa (porque Vasiladiou era la ostia, con sus patos y sus gallos), pero dadas las circunstancias, creo que va a ser un cambio que va a mejorar sustancialmente mi vida en Patras a día de hoy, y aunque el título del blog es importante, he preferido la compañía humana en detrimento de un nombre molón.
Ya anuncié hace tiempo en estas líneas que mi erasmus iba a cambiar de forma radical en las próximas fechas, y a esto me refería. Era un cambio anunciado, ya que a partir de marzo todos mis compañeros de piso me abandonaban para volver a sus países de origen y me quedaba completamente sólo en mi puta casa.
Ahora mismo vivo con 5 chavales más. Algunos ya los conocéis, a otros os sonarán de haberlos leído por aquí. En cualquier caso, os los presento:
Alberto, el fiestero implacable de la media botella.
Luismi, el labordeta de lengua mordaz que más sabe de música.
Antonio, el tío con más gracia natural que conozco.
Angelillo, el flamenco camaronesco que cuenta los mejores chistes que he oído en mi vida.
Tony, el rastafari loco amante de las ratas que más hace por la conservación de la casa, y al mismo tiempo por su destrucción.
A partir de hoy estos son mis compañeros de piso.
Y donde dije piso, digo casa. Se trata de un caserón antiguo de altos techos, lámparas de araña y fotos de niños de los años 20 en las paredes. Tiene 3 pisos, aunque en teoría nosotros solo podemos usar el piso del medio, que es el más grande. 3 habitaciones, cocina y dos baños, terraza y patio. La casa da bastante mal rollo, como estaréis suponiendo. El piso de arriba me hace pensar que allí vive la Niña Medeiros y me da un cague que no veas. Intentaré no quedarme sólo en esta puta casa jamás.
Lo bueno: tenemos una mesa de ping pong y cada noche podemos elegir dónde poner nuestro colchón para dormir.
Van a ser unos meses de convivencia absolutamente hippie-punkie. Supongo que nos acabaremos comprando un perro.

A partir de ahora “to spiti” (“la casa” en griego) pasará a ser un personaje más en mi blog, uno absolutamente fundamental.
Como la isla de Lost.
Que también hay una escotilla.

Te echaré de menos, Vasiladiou 5-7.
Han sido 5 meses geniales. Me quedan otros 5 meses por delante.

sábado, 7 de marzo de 2009

Las aventuras de Pato Negro y Caracapucha en Turquía, vol.2: Istanbul

Bueno, pues ayer se fue Sara. El caso es que la echaré de menos y todo: sus sonidos de mierda al despertarse a las 14 de la tarde, sus incesantes movimientos de pies, sus putos cigarros, sus críticas a mi pelo, todas sus cosas tiradas por el medio de mi habitación, su arroz con pollo… Te quiero Sarita! A saber cuándo nos podemos volver a ver, muchísima suerte! ATATÜRK??!!

Previously in Vasiladiou 5-7…

Habíamos dejado a nuestros superhéroes ya en la capital del imperio otomano. Estambul es una ciudad muy interesante y bonita. Hay muchas mezquitas y te pasan muchas cosas cuando vas allí. Por ejemplo, te puede pasar que vayas a ver el Museo de Santa Sofía, y dentro de encuentres a un niño gordo vestido con una camisa de flores, un pañuelo bandolero al cuello, también de flores, y un impermeable naranja. Claro, le tuvimos que bautizar Niño Esperpento, y convertirle automáticamente en el villano y peor enemigo de Caracapucha y Pato Negro.
Si vas un domingo a Estambul, no te pases por el bazar. Es más, no salgas ni del hotel. Lo más que puedes encontrar con calles absolutamente desiertas a partir de las 16h, y meterte por equivocación en un barrio marginal cuando estás buscando el acueducto.
Para los ilustrados que me leen, decir que en 12 días de viaje hemos sabido interpretar perfectamente los mapas, orientarnos sin problema, comunicarnos con la gente y coger los trenes correctos sin hacer ni un solo 8 ni perdernos ni una vez.
No sé por qué hablo en plural, porque ir con Sara es como tener una brújula en la isla de Lost.
Dormimos en un albergue de 5 euros la noche, a 2 minutos a pie del centro de la ciudad. Nuestra compañera de habitación era una british que el día que llegamos, a eso de las 11h, seguía aún en la cama, por lo que supusimos que era una fiestera gambitera loca que estaba de resaca y a partir de entonces la conocimos como La Borracha.
En el Gran Bazar nos compramos unas Converse falsacas por 15 eurillos, y estuvimos hablando largo y tendido con el vendedor, al que tuvimos que explicar que Estambul está en dos continentes, y que él vivía en Asia, no en Europa, mientras nos invitaba a un té de manzana. Turquía es lo típico que lees en las guías de Lonely Planet y nunca te crees, eso de: “el vendedor regateará y te invitará a un té para cerrar el trato”, o “los lugareños te invitarán a pasar amablemente a sus casas para darte té y ofrecerte alojamiento”… pero eso lo contaré en otro episodio.
En el Gran Bazar, que es muy grande, nos encontramos con mi amigo Eduardo, que está de erasmus en Atenas, y dos amigas suyas. Si esto ya era coincidencia, aún más lo fue que estuviesen en nuestro mismo albergue, así que por la noche estuvimos hasta las tantas charlando con ellos en la sala común. Allí conocimos a Físico Loco, un chaval al que habían conocido allí en Estambul, que formaba parte de un grupo de 4 almas descarriadas que se habían venido a Turquía de viaje de ecuador de carrera. Eduardo, si lees esto, por favor ponnos en contacto con Físico Loco, queremos desesperadamente ser sus amigos. Es un crack el tío, nos estuvo contando historias de sus dos EuskoTours por las Vascongadas, “venga, por qué no”.
Cuando vas caminando por el Puente Gálata o por los bazares, decenas de propietarios te salen al paso con frases de lo más ingeniosas, intentando que entres a sus tiendas o restaurantes, y tratando de averiguar tu procedencia para captar tu atención. Obtuvimos varias perlitas, tales como “qué pasa, troncos”, “Antonio, Mariconchi!”, “china?” y “japanese?” (ambas a Sara, evidentemente) o el típico “qué pasa Neng”. A Sara solían calarla enseguida como española o italiana, pero conmigo tenían bastantes más problemas, debido a mis barbacas y atuendo. Más de uno, incluso después de hablarle en español, no se creía que lo fuese.

Bueno, como no se me ocurre mucho más que contar y además esto me está quedando bastante soso, voy a ir dando por finalizado el post.

Para acabar, la aventura de nuestra salida de Estambul. Teníamos que coger un tren a las 22 de la noche con destino a Ankara. Como vivíamos bastante cerca de la estación, fuimos con toda la tranquilidad y con tiempo a eso de las 21.20, cuando al preguntar en taquilla que desde qué andén salía nuestro tren, el hijoputa más borde que te puedes echar a la cara nos indicó con parsimonia que el tren no salía desde esa estación, ya que todos los trenes hacia Asia salían de la estación de “Anatolia”, al otro lado del río… QUÉ?? Miramos el mapa. No sale esa estación, debe estar a tomar por culo… Venga, pues vamos andando a toda ostia hacia la parte asiática y allí cogemos un taxi. Si queréis que los de los restaurantes no os pregunten, cargaos una mochila de 15 kilos a la espalda y caminad a toda leche. Llegamos a la parte asiática en un tiempo récord, y pillamos el primer taxi. “Estación de Anatolia” le decimos, pero no nos entiende. “Ankara?”, esta vez sí. Resulta que el cabrón de la estación no nos había dicho bien ni el nombre de la estación, que era Haydarpasa, no Anatolia (ese es el nombre de la península turca, es decir, la parte asiática de Turquía).
El taxi arranca, pero son las 21.45. Nos encontramos con un pequeño atasco. Le pregunto si falta mucho, porque tenemos que coger un tren a las 22, y el tío lo flipa… damos el tren por perdido. Pero el chaval se lo toma como un reto personal, y se pone a adelantar coches por el arcén para salir del atasco, a pitar como si llevase a una embarazada y a 140 km/h por la autopista. Llegamos a las 22.02 a la estación. Corremos, preguntamos a un tío con el billete en la mano, y nos indica que nuestro tren es el que está en marcha, saliendo de la estación. JODEEEEER!!! Pero ante nuestra incredulidad, el tío se pone a pitar con su silbato, diciéndole al revisor, que está asomado por la puerta, que pare el tren. Y así lo hace, jaja. Nos subimos, les damos las gracias y el tren se pone en marcha de nuevo. El revisor hace su trabajo de revisor y nos revisa los billetes, y nos dice la única palabra que sabe en inglés: “problem”. Problem? Qué problem? Ah sí, toma los Balkan… “No, no, problem”, nos dice, señalando la fecha. Resulta que en la estación nos habían vendido un billete de tren para el puto día anterior, no para ese… Total, que nos indican que les esperemos en la cafetería mientras se van a buscar una solución. Pasa una hora y media y ya casi estamos resignados a que vamos a pasar la noche en la cafetería, con el camarero viniendo cada media hora para preguntarnos si queremos algo, contestándole nosotros que no, que aun seguimos esperando al revisor. Finalmente vuelve: tienen unos asientos para nosotros ☺
Así comenzó el día en el que salió todo perfecto.

viernes, 6 de marzo de 2009

Las aventuras de Pato Negro y Caracapucha en Turquía, vol. 1: Génesis

¿Pues no que estamos a día 6 de marzo y la jodida Xina esta sigue aquí? Más de un mes que lleva aquí la tía, y encima se niega a pagarme la mitad del alquiler. Afortunadamente se va hoy a la noche, como dicen los vascos.
Y encima me vino con pretensiones: “quiero viajar” – me dijo. Y yo preparé unos viajes baratitos y culturalmente interesantes a lugares idílicos como Macedonia o Bosnia&Herzegovina… pero no, eso no era suficiente. “Vamos a Turquía, que me gustan mucho los anuncios del metro”. Entre unas cosas y otras me convenció. O yo a ella, no sé, ya no me acuerdo. También me pareció buena idea sacarla de la rutina en la que había caído, que consistía en emborracharse por la noche, dormir entre 14 y 16 horas y volver a emborracharse la siguiente noche. Se había adaptado demasiado bien a la vida erasmus.
Despedimos a papá y mamá, que volvían a Donosti, y ya que estábamos en el centro nos acercamos a la estación de tren y nos compramos un Balkan FlexiPass de 10 días, muy acertadamente, ya que al final de 12 días de viaje, y esto es un spoiler, sólo nos habían sellado 2. Así se las gastan en estos países, muchos revisores no sabían ni lo que era el billete.

Como resumir un viaje tan largo podría ser muy coñazo, voy a redactar una especie de Greatest Moments y vais que chutáis.
El viaje de ida a Estambul fue toda una odisea por tierras griegas. La primera noche la pasamos en un tren de camino a Thessaloniki, poblado por una fauna de lo más particular, como por ejemplo un hijoputa que se tiró toda la noche poniéndonos a toda ostia en su móvil lo que debía ser una especie de reggaeton griego y otro tipo de canciones populares, un subnormal amanerado que gritaba estridentemente para hacer reír a lo que supusimos que era su cuidadora, y unos 25 militares malotes.
Ante tal panorama, lo único que pudimos hacer fue protegernos lo más posible de aquellos ataques acústicos, y también luminosos, ya que no apagaron las luces del tren en toda la noche. Sara usó su abrigo para taparse la cara, y yo mi gorro. En un momento dado, Sara, con esa voz de empanada que tiene recién despierta, me dijo: “con la visera así en la cara pareces un pato…” Y así fue como nacieron Pato Negro y Caracapucha, los superhéroes que han estado campando por Turquía, y sobre los cuales Sara ha dibujado un genial cómic que ya os presentaremos en alguna ocasión.

Llegamos a Thessaloniki, a las 9 de la mañana, donde nos comunicaron que el siguiente tren para Estambul salía a medianoche (en Atenas nos habían dicho que había uno por la mañana, el sistema de trenes griego es de lo más fiable). Nos encontramos sin saber qué hacer, e intentamos barajar otras posibilidades. Preguntamos una vez más (aquí la información la sirven con cuentagotas) y nos dijeron que había un tren que llegaba hasta una localidad llamada Picio (nombre que dio lugar a muchas bromas), y desde allí podíamos llegar a Estambul sin perder todo el día en Thessaloniki. Pues venga, vamos.
Mario: - El Picio-Estambul sale a las 15.30, son las 14.00, tenemos tiempo. ¿Dónde estamos ahora?
Revisor: - Jorroña ke jorroña, efjaristó polí, tesera pita parakaló. Ime apo tin Alexandropolis leoforio.
Sara: - ¿Qué coño ha dicho?
Mario: - Creo que nos tenemos que bajar aquí, en Alexandrópolis.
Revisor: - No train, here stop 1 hour now. No Picio.
Total, que hasta las 15 no salía el tren Alexandrópolis-Picio… Teníamos dos opciones, ya que estaba claro que no íbamos a llegar a las 15.30 para coger el tren: podíamos esperar en Alexandrópolis, un pueblo de mierda, hasta las 00.30 que salía el siguiente tren a Estambul, o intentar seguir avanzando hasta Picio, donde cabía la posibilidad de que hubiese algún tren a Estambul durante la tarde. Total, para estar en Alexandrópolis pasando frío, nos fuimos a Picio en el tren de las 15h.
Cuando llegamos a Picio y nos bajamos del tren con nuestras mochilas, Sara y yo nos quedamos mirando el uno al otro, intentando descifrarnos mutuamente la cara, como diciendo “¿esto qué cojones es?”. Imaginaos un pueblo en el que TODO lo que hay es una cochambrosa estación de tren, una comisaría, 4 casas abandonadas detrás de este complejo, y 2 perros. Eso es todo. Eso era Picio. En una sala de espera en la que parecía no haber estado nadie desde hacía tiempo tuvimos que pasar 4 horas. A eso de las 18h ya era noche cerrada… El ambiente era terrorífico de verdad, éramos carne de película de miedo: sin luz, sin calefacción… Tras la ventanilla se veía encendida una estufa de fuego que alumbraba tenuemente a lo que parecía ser una persona, pero Sara me decía que no, que era una mesa. A Sara le entró miedo de los extraterrestres, y a mí me entró miedo de los perros que había fuera y no me atrevía a salir a mear, así que acabé meando en una maceta que allí había. La última media hora, Sara entró en trance y estuvo repitiendo “Me quiero ir de aquí, quiero que venga ya el tren” en intervalos de 10 segundos aprox. Yo me dediqué a meterle miedo contándole escenas de la peli “Señales” y a robar sellos metiendo la mano por la ventanilla. 2 minutos antes de las 19h, el hombre-mesa del interior de la ventanilla nos anunció que llegaba el tren de vuelta a Alexandrópolis (el tren desde Picio a Estambul no salía hasta las 2 de la mañana y ni nos planteábamos quedarnos allí hasta entonces, no creo que hubiésemos sobrevivido). Y yo había estado meando en la recepción y robando sellos.
Con esas, volvimos a Alexandrópolis, que en aquel momento nos pareció un pueblo absolutamente paradisíaco. Allí nos metimos nuestra primera cena de pan, jamón york y queso, y esperamos para coger el tren, que se retrasó sólo una hora y media.
Pero daba igual, por fin estábamos en el tren que nos llevaba a Estambul. Y teníamos camas. ¡Íbamos a poder dormir tumbados y tranquilos! O eso creíamos…
En el trayecto, que duraba unas 7 horas, nos despertaron 5 veces: para pedirnos los billetes, para pedirnos los pasaportes en la frontera griega, para pedírnoslos en la frontera turca (con bajada del tren en pijama incluida para hacernos pagar 10 pavos por el visado), para devolvernos los pasaportes, y finalmente para avisarnos de que estábamos llegando a Estambul. Hemos desarrollado la teoría de que cada país selecciona a las personas más desagradables, bordes e hijas de puta para ponerlas en las fronteras y vendiendo billetes en las estaciones de tren.
¡Lo conseguimos! ¡Ya estamos en Estambul! Pero esto es sólo el principio. Un principio muy largo, así que creo que voy a dividir el viaje en varios episodios.

To be continued…